Después de un fin de semana larguísimo, en el que los villancicos
y las luces han invadido las calles, qué menos que dejaros este post navideño.
En mi familia, desde que tengo
uso de razón, hay un ritual en el puente de la Inmaculada con tres objetivos:
nacimiento, árbol y tortas de Navidad (que están mmmm!!!) y que ahora comparto con tod@s.
Ingredientes para 1 kilo de
harina:
Ajonjolí
Cascara de limón
Un vaso de aceite
Un vaso de zumo de naranja
Un vaso de vino dulce blanco
Azúcar
Un sobre de levadura
Miel
En primer lugar, refreímos el
ajonjolí con la cáscara de limón en abundante aceite y dejamos enfriar. Cuando
el aceite esté templado, llenamos un vaso y colamos el resto para añadir todo
el ajonjolí tostado. Junto con éste, añadimos un vaso de zumo de naranja, un
vaso de vino dulce blanco, una pizca de azúcar para endulzar y un sobre de
levadura a la harina, para comenzar a amasar. Al tener la masa bien hecha, la
dejamos reposar, media horita (el tiempo de cantar 3 o 4 villancicos) y nos
disponemos a estirarla y cortarla en tiras. Aquí al gusto, a mí,
particularmente, me gustan estrechas y finas porque se empapan mejor en miel
luego, pero se puede cortar de cualquier forma. Conforme se van cortando, se doran en la sartén y se apartan en un
plato con un papel absorbente para que pierdan el exceso de aceite.
Una vez estén fritas, se calienta una cacerola con la miel para
que se diluya y podamos empapar las tortas en miel y voilá, a zampar!!
La receta es de mi abuela, de esas que aunque las hagas
exactamente igual, NUNCA quedan de la misma forma (será el toque abuelero),
pero lo intentamos todos los años y, la verdad, están bien buenas.
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