viernes, 16 de noviembre de 2012

La ciudad como contenedor artístico


Para abordar la obsolescencia de las ciudades tenemos que partir de un argumento principal: la sociedad que las habita. Ésta tiene tal potencia en todo aquello con lo que se relaciona, que es capaz de activar una ciudad al completo a partir de una intervención puntual.

El objeto de este post es demostrar, a raíz de la obsolescencia de ciertos espacios urbanos, cómo por medio de determinadas actuaciones que implican el compromiso de diversos colectivos, podemos regenerar la ciudad, y con ello comprometer a sus ciudadanos. La creatividad artística en estos momentos, supone una pieza fundamental con la que generar germen social. Asimismo, es una parte integrante fundamental a la hora de ahondar en la cultura, el espacio público, la sociedad y el arte.

De este modo, el arte no debe concebirse como un simple reflejo de la sociedad, sino como un vehículo para construir ésta, para crear futuro y para activar a sus habitantes. Hay que entender el arte como máximo agente de la creatividad urbana y como herramienta fundamental para provocar la energía social que sea capaz de reactivar la ciudad.

En este sentido, las intervenciones de Spencer Tunick abren una puerta a un nuevo pensamiento. En sus imágenes de personas desnudas en ámbitos urbanos de ciudades a lo largo de todo el mundo, explicita las tensiones existentes entre lo público y lo privado, entre lo individual y lo colectivo. Una fotografía clásica acompañada de cierto revuelo social, reivindica una solución al problema real al que nos enfrentamos: la importancia de la propiedad individual y sus límites con el espacio público.

 New York, 1996. Spencer Tunick

Carne al desnudo, formas corpóreas, músculos descubiertos. Una obra a caballo entre la inocencia escénica, el ruido de la ciudad  y la provocación. Todo ello, envuelto de una atmósfera urbana con la ‘inocente’ intención de fusionar la ciudad y la desnudez. La obra de Tunick es impactante y bella, alejada de considerarse erótica o, en el peor de los casos, pornográfica. Así, consigue desfetichizar la desnudez de los cuerpos humanos. Durante unas horas, el cuerpo desnudo convive con la ciudad y con la propia visión del artista para engalanarse juntos de arte para, cual mujer de belleza extrema, pasar a ser observados por los espectadores. Estos últimos son los que finalmente evalúan esta intervención, esta fotografía de reconocimiento mundial, cuyo resultado queda abierto alejándose de la obra enclaustrada en las instituciones más academicistas. Ellos son los que la calificarán de bella o fea, de insinuante o pornográfica, la verán y sentirán, la vivirán de cerca o la contemplarán en la distancia.

NYC, 1990-1996. Untitled 2 y 7. Spencer Tunick

Sus fotografías, pertenecientes a ciudades de todo el mundo – entre ellas podemos destacar Méjico, Santa Fe, Miami, Nueva York, Cleveland, Düsseldorf, Montreal y las españolas San Sebastián y Barcelona, entre muchas otras- reflejan cómo el cuerpo desnudo de la gran masa humana se apropia del espacio público, reabriendo el debate entre lo público y lo privado, lo visible y lo invisible, lo común y lo íntimo, lo frío y lo cálido. La desnudez se instala en la ciudad para transformarla en un espacio sin vida (se privatiza el espacio público al verse invadido de cuerpos desnudos) para llenarlo de arte. En palabras del autor, “una multitud desnuda, aunque esté en silencio, grita desde la piel más alto que cualquier manifestación”.
Barcelona 1 (Institut de Cultura,2003. Spencer Tunick

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