miércoles, 27 de marzo de 2013

AI WEIWEI en Sevilla


Hay veces que el alzar se pone de tu parte y tus peticiones a la nada son oídas. Tras perderme las famosas 'sunflower seeds' en la sala de turbinas de la Tate Modern de Londres, un pedacito pequño de ellas han venido a Sevilla.

El Monasterio de Santa María de las Cuevas en la Cartuja (s. XIV), convertido en una fábrica de loza y cerámica en el siglo XIX por el empresario británico Charles Pickman para, más tarde, ya en 1992, ser el pabellón real de la Exposición Universal y en la actualidad transformarse en un hervidero de cultura, estética, belleza y arte. Con el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo, abierto al público desde 1997, la cerámica regresa al inicio de un ciclo transformador donde el interés por la arquitectura, la industria y la cultura se pueden sentir al recorrer las distintas salas del museo.

Muchas son las obras de Ai Weiwei expuestas en este espacio. Este post no pretende ser un catálogo de ellas, ya que la entrada al centro es asequible y accesible por todos aquellos que estén interesados en visitarlas. La exposición podrá verse en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo hasta el 30 de junio de este año.

La primera parada en este breve recorrido debemos hacerla en las 3.300.000 pipas que se han instalado en la capilla de Colón del antiguo Monasterio. Encerradas y protegidas como si de lingotes de oro expuestos se tratase se muestran al visitante en un espacio tan atractivo como la intervención en sí. (Sunflower seeds, 2010)

La siguiente estación del camino actúa como método de parada y captación de atención de los observadores. De las paredes de la antigua iglesia se desploma una gigantesca lámpara estilo chandelier con centenares de cristales rojos.


Descending Light, 2007. Ai Weiwei

















La iluminación atractiva embauca la mirada de niños y adultos que, lejos de entender la intención del artista de expresar la caída del régimen comunista chino, permanecen absortos ante el juego de luces, sombras y destellos de la obra. En la información de la obra podremos leer cómo el título de esta pieza evoca la "Nude Descending a Staircase" de Marcel Duchamp, artista del que Ai Weiwei tiene gran influencia en su forma de enfrentarse al arte y a la cultura.

La última obra que traigo aquí es "Colored vases", una serie de jarras de cerámica supuestamente neolíticas que el artista ha pintado con colores industriales. ¿Son verdaderas o simplemente son otro producto más del 'made in China'? El artista se encarga de hacernos dudar al respecto pero si realmente han sido manipuladas, ¿pierden su valor como obra artística o por el contrario tienen un valor añadido, el valor del arte del siglo XXI?

 Colored vases, 2006. Ai Weiwei

Si somos capaces de aceptar y valorar con cierta admiración las intervenciones de rehabilitación en edificios o espacios públicos que hasta el momento habían sido olvidados, por qué no hacer lo mismo con bienes muebles. 

"El espíritu creador no pregunta, sabe" Salvador de Madariaga.

martes, 19 de marzo de 2013

Redescubriendo Granada en el siglo XXI

Ya había visitado Granada en varias ocasiones anteriores, pero siempre descubres algo nuevo. En mi última visita, el tiempo no acompañó, diluviaba, el frío te calaba hasta el alma y un viento frío que rodeaba la Alhambra se adentraba en la ciudad por el recorrido del Darro. 

Las primeras líneas de la guía de la ciudad de la editorial Lonely Planet definía "Granada ha sido glosada por Lorca y diseccionada por Brenan. Granada ha parido esa música híbrida de sentires y tonalidades, de llantos y gozos que es el flamenco. Y a lo largo de su historia ha enamorado por igual a reyes musulmanes, a nómadas gitanos procedentes de la India y a ilustres viajeros internacionales. Entre la copla de Carlos Cano y el rock de Miguel Ríos. Entre el mar y la montaña, entre el Darro y el Genil, atrapada entre colinas, prisionera de su herencia musulmana, judía y cristiana, Granada es, quizá más que ninguna otra ciudad, un lugar donde tiempo y espacio se funden".

Es cierto. La majestuosidad de la Torre de la Vela de la Alcazaba coronando la ciudad envuelve tu mirada desde la orilla del río. Es una ciudad, que año tras año, década tras década, mantiene su mirada hacia el infinito más alto, ya que la arcilla rojiza capta tu atención desde el primer momento en que vislumbras una pequeña porción del tapiz árabe.

 Nuevas miradas de la Alhambra I, II y III. Elaboración propia.

Pero no todo en Granada es Alhambra, también hay tapas (y exquisitas, por cierto). En este viaje he descubierto un nuevo espacio en el que la tapa tradicional se prepara al modo 'siglo XXI'. Cerca de la Catedral, pero lo suficientemente lejos como para evitar la masa humana de 'guiris' de calcetín con chancla y comida chiclosa, se ubica El Colmao. La carta es muy extensa, desde aquí recomiendo, al que tenga oportunidad, pedir el montadito de presa. Exquisito. No os digo más: no puedo mostraros la foto porque me lo zampé en dos segundos.

Por último, os traigo el auténtico descubrimiento de este viaje: la rehabilitación de la muralla nazarí en el Alto Albaicín. Siempre me he quedado con ganas y fuerzas de visitarla pero finalmente llegó el día. Tras ascender el cerro de San Miguel desde el río Darro a través del Albaicín por un escarpado recorrido, llegamos a un paisaje muy próximo a la ciudad y a la naturaleza simultáneamente. El arquitecto dispone un elemento que funciona a modo de puerta entre la ciudad antigua y la nueva desde una posición privilegiada que es capaz de redefinir el trazado histórico manteniendo una pequeña distancia de separación, de modo que la actualidad acaricia la historia.


  Miradas desde lo alto I, II y III. Elaboración propia.
La intervención se realiza en granito rosa dejando huecos libres por los que entra la luz, evocando las tonalidades y las celosías de la Alhambra. La mirada descubre miradores de ínfimo tamaño por los que se observa la ciudad desde el interior de forma fragmentada. 

Una mirada extasiada que abarca aquellos territorios, ríos, cumbres,… la inmensidad del espacio bajo sus pies. Esta nueva mirada que se acerca al paisaje, a la arquitectura y a la memoria es la que debemos potenciar para comprender la historia pasada desde el presente para crear futuro.

lunes, 11 de marzo de 2013

Familia de artistas

El hecho de provenir de una familia de artistas hay determinados casos, como es el mío, en los que no lo puedes negar. Arquitectos, cantantes, pintores,... todos ellos bajo una mirada común, el ensalzamiento de la cultura por excelencia.

En este post de hoy os quiero mostrar la obra de uno de ellos, Pepe Jiménez. Hasta hace unos años era total desconocedora de esta faceta y, la verdad, cuando descubres una belleza hecha lienzo, te percatas de cuánto tiempo has desperdiciado buscando en museos aquello que tenías en casa.

En el siglo XX, las reflexiones planteadas en torno a las aptitudes plásticas y estéticas de ciertos artistas en la historia del arte redefinen unos nuevos límites en los que es posible plantearse estas preguntas: ¿qué es el arte?, ¿para qué sirve? ¿quién determina que el arte realemente lo es?, ¿quién es artista?,...

Los debates filosóficos establecidos en este sentido han sido fructíferos con el paso de los años, hasta poder constituir la afirmación "será arte todo aquello lo que yo considere así", pero el verdadero artista no necesita mostrar al mundo su resultado en instituciones academicistas que encierran y encorsetan su obra porque el verdadero encanto está dentro de él mismo.

 Mujer desnuda y con sombrilla.
Óleo sobre lienzo. 2005.
Pepe Jiménez

Atardecer en La Habana.
Óleo sobre lienzo. 2005.
Pepe Jiménez

Un artista es el que tiene el genio para inventar y crear, pero que además tiene la habilidad para llevarlo a cabo en la realidad. En estas obras que hoy os muestro, se percibe el compromiso con la trasmisión de un mensaje concreto, buscando ir más allá del momento de disfrute estético del espectador. 

Alegoría a las autonomías.
Témpera sobre cartulina. 1979.
Pepe Jiménez


Pepe Jiménez sabe interpretar la realidad a través de una materia inicial que se amolda, desnuda, desvela y muestra ante nuestros ojos como el verdadero significado del gozo estético con el fin de comunicar una verdad esencial e indiscutible. La realización de este tipo de pinturas sólo es posible a través de un viaje de reencuentro y sinergia con las plásticas y la vivencia adquirida con el paso de los años que hacen posible la esencia de lo sensible, alejándonos de la superficialidad con la que miramos las cosas.

En este sentido, me gustaría destacar las palabras que expresó en su día Palazuelo para un reportaje de Televisión Española: "El ojo mira y no ve necesariamente. Muchas veces se ve a mucha gente que mira lo que hay alrededor y no se entera de lo que está mirando. No ve lo que está mirando. Entonces hay una diferencia entre el mirar y el ver que ya es indicadora de algo que va más allá de la pura visión sensual del sentido de la vista. Esa es la imaginación. La imaginación visionaria no es una denominación gratuita. Es que la imaginación ve".

Barra de La Coquina.
Témpera y collage sobre cartulina.
Pepe Jiménez


En la actualidad, a los aficionados al arte, nos cuesta con mayor frecuencia reconocer obras que aporten un refugio a la reflexión frente a lo superfluo de la contemporaneidad en la que vivimos. Este artista y familia, da un ejemplo de ello.

Las últimas huellas en el paisaje


El paisaje es un producto de nuestra mirada compleja y, por ello, tiene una fuerte componente subjetiva; depende directamente de las convenciones del arte y la literatura o de la disponibilidad del tiempo que nos permite observarlo. Del mismo modo, el paisaje lleva asociado a él una serie de valores que representa las civilizaciones que han dejado, a veces conscientemente y otras no tanto, su huella en él, lo que reclama una interpretación del mismo.

Y son estas huellas, convertidas en marcas en la ciudad, las que conforman los paisajes de principio del siglo XX. Estas huellas son las que Ignasi Solà-Morales, catedrático de Composición Arquitectónica en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, entiende como parte fundamental de la comprensión del paisaje.
La identidad, el genius loci, que cada sociedad ha construido, es una memoria selectiva de los distintos hechos históricos, relaciones sociales y singularidades de un paisaje. De este modo, por ejemplo, Viena decide identificarse con sus construcciones imperialista de principios del siglo XX, y no por su arquitectura  secesionista.

De esta manera, las huellas de identidad del paisaje se convierten en marcas con las que publicitarlos  y hacer que sean atractivos, no sólo para sus habitantes sino generar un sentimiento de atracción mundial, donde el turista sea su mejor promotor y se rentabilicen estos paisajes. A comienzos del siglo XX, las agencias publicitarias se profesionalizan y la creatividad se convierte en el factor clave de la publicidad. Con la inclusión de ésta última en todos los asuntos de la ciudad, la identidad del paisaje se convierte en marca.

La marca pasa a convertir el paisaje en una imagen icónica y sublime de los espacios, una imagen verdadera y cotidiana. Un paisaje tan contaminado y alterado como real. Comienza así, a surgir la belleza en paisajes que evidencian la destrucción; ahora son bellas las escenas de gasolineras, carreteras interminables, grandes aparcamientos, piscinas despobladas o trozos de ciudad abandonados. Una iconografía que pasa a convertirse en símbolo de la cotidianeidad y en los nuevos paisajes. Aparecen los paisajes pop.

Lo urbano, los suburbios, las zonas industriales, las vías del tren o las nuevas áreas en construcción toman relevancia en cuanto a la representación de los paisajes. La soledad se vuelve atractiva, y es ésta soledad la fuente de inspiración de Edward Hopper. Centrando su obra en Nueva York, pero perfectamente transferible a otros lugares, el artista capta esa soledad que le invade en la gran ciudad, se aleja de la moda y el progreso para centrarse en representar los paisajes tal y como son, tal y como se sienten. La conceptualización de estos  pasajes se vuelve más compleja aún, ya que como Freud indicaba en El malestar de la cultura, a razón de lo complicado de analizar los sentimientos, “se puede intentar la descripción de sus manifestaciones fisiológicas […], pero cuando esto no es posible…, no queda sino atenerse al contenido ideacional que más fácilmente se asocie a dicho sentimiento”.

Nighthawks. Edward Hopper. 

Por lo tanto, Hopper consigue crear paisajes en los que se representan universos personales y completamente diferentes a los que hasta el momento se habían expuestos a la sociedad. Paisajes contaminados, paisajes solitarios, cargados de esa sensación de soledad y melancolía que invade al observador al contemplarlos e intentar buscar ‘vida’ en ellos a través de sus ventanas.

Del mismo modo, el artista Edward Ruscha ha realizado una fuerte contribución a la concepción de estos paisajes. El abandono de la naturaleza como representación máxima de los paisajes, junto con la inclusión de palabras, es una parte fundamental de su obra. La vida cotidiana y la ciudad se convierten en lienzo para los artistas que buscan esos nuevos paisajes con los que identificarse, con los que conformar su identidad y cambiar el imaginario colectivo de la sociedad que demanda ese cambio.

Edward Ruscha
Future thinking/Ed Ruscha by Katieknowles

A pesar de centrar su obra en  EEUU, ambos artistas representan las situaciones que ocurren en muchas partes del mundo. La mirada fija sobre piscinas, gasolineras, calles, palmeras,… incitan a una mirada propia del entorno que refleja la nueva imagen de ciudad; se crea un nuevo paisaje que se aleja de la visión onírica tradicional del paisaje, para acercarse a representar las inquietudes intelectuales que tenían lugar. 

Estos paisajes están llenos de de motivos arquitectónicos, lo que define lo evocativo, enigmático y figurativo de los lugares, pero simultáneamente, se encuentran cargados de un gran valor reflexivo y melancólico.